Impartido por Christian Losada de Castro, Accem | Altaveu #5 2022
Para la elaboración de este taller se plantea una metodología participativa con la intención de fomentar en las personas la adquisición, por un lado, de conocimientos que permitan una visión amplia de la realidad y, por otro, de las herramientas necesarias para sentir e interiorizar los problemas que se van exponiendo.
La línea de tiempo es una dinámica planteada para representar gráficamente los acontecimientos más importantes de nuestra vida, de manera que nos ayudase a reflexionar sobre cómo nos percibimos como personas y, sobre todo, debido al monográfico en que nos encontramos, como profesionales. Para ello, en un folio, se dibuja una línea horizontal sobre la que se van señalando cronológicamente, desde el nacimiento hasta la actualidad, los que consideramos como acontecimientos o fechas más importantes de nuestra vida.
En esta ocasión, se recalcó que se hiciese hincapié en momentos significativos que estuviesen relacionados con la familia, los estudios académicos y la formación profesional, el trabajo y, también, en decisiones que habían sido significativas en el devenir de su vida. Acontecimientos que, al fin y al cabo, contribuyen a conformar nuestras creencias y pensamientos, nuestros comportamientos e, incluso, las relaciones sociales que mantenemos.
Conscientes de que se trata de una dinámica en la que se extraen momentos, sentimientos y emociones personales, se planteó una total voluntariedad a la hora de exponer las líneas de tiempo. No en vano, algunos rostros reflejaban la tristeza y preocupación que afloran al ir dando forma a una línea vital que, punto a punto, se va rellenando. Sin embargo, para conseguir que la dinámica fuese una herramienta de ayuda para afrontar las metas futuras, sí que se abrió un proceso de reflexión en el que participaron todas las personas presentes en el taller y del que se pueden extraer algunas conclusiones.
Observar así, de manera lineal y cronológica, nuestra vida produce cierto vértigo. Ofrece una sensación de paso del tiempo, que se antoja rápido e imparable, durante el cual vamos dejando muchas cosas y personas atrás. Y es aquí donde se resalta a la familia, aquella que ha quedado en el país de origen y que ya no se puede abrazar. Esa familia cercana que nos crió, que nos ayudó a crecer y a la que acudimos en tantas ocasiones en momentos de necesidad. Resurge la añoranza, entonces, por las vidas previas a los acontecimientos que desencadenaron la determinación de venir a España.
Surgen los recuerdos de los funestos sucesos que vivieron en su país. Surgen las dudas sobre las decisiones tomadas y ante las cuales ya no hay marcha atrás. La pérdida de familiares, los compromisos políticos, la incidencia y la lucha social, los maltratos físicos y psicológicos, la huida como salvación, son fantasmas del pasado que sobrevuelan la estancia y que, de alguna manera, acercan simbólicamente a personas diversas que acaban de conocerse. Por eso, quizás, es el momento de avanzar, de aferrarse a un presente que, aunque incierto, ofrece cierta esperanza.
Un profesor de universidad, una psicóloga, un contable, una esteticien, coinciden, con quienes tuvieron que empezar a trabajar a una más temprana edad, en la importancia de formarse y seguir ampliando su formación para poder trabajar. Esa es una de las metas futuras en común: el empleo. Quizás, poder empezar a trabajar es su mayor preocupación en la actualidad. De ello depende su futuro y su estabilidad, así como el sentirse con una completa autonomía en esta, su ciudad de acogida. Trabajos precarios, entrevistas infructuosas, calles y polígonos recorridos forman parte, al igual que en el resto de la población, de su día a día en la búsqueda de un trabajo que les permita vivir con cierta tranquilidad.
Es la hora de marchar. Miramos la pizarra y los folios que están sobre la mesa. Ha sido una larga hora y media en la que, de alguna manera, hemos comprendido mejor cuál ha sido nuestro recorrido personal.