HIS HOUSE
2020

Dirigida por Remi Weekes, Casa ajena (His House, Reino Unido, 2020) es una producción de Netflix que aúna el género de terror y el horror con el cine social (valga la redundancia), acercándonos a la vida de un matrimonio proveniente de Sudán que ha solicitado Protección Internacional.
Bol y Rial, así se llama la pareja protagonista, han solicitado asilo en Gran Bretaña, razón por la que acceden al Sistema de Acogida. Con esta simple premisa, pronto nos adentramos en una más que explícita crítica social hacia un sistema de asilo que hace aguas (y nunca mejor dicho) en múltiples aspectos, de los cuales dos son los más reseñables: la minusvaloración de la dignidad, a través de una casa en condiciones más que cuestionables y acrecentada con la sorna de quien enseña la vivienda aludiendo que “es más grande que mi casa”; y el total desinterés por una inclusión real y efectiva, mostrándose el total abandono social en el que se ve inmersa la pareja.
Pronto, el terror hace acto de presencia en una pareja que cae en el ostracismo de verse totalmente aislada de la sociedad (la indiferencia del vecindario ante la presencia de Rial es desquiciante), por un lado; y, por otro, de observar cómo su necesidad de integración empieza a agrietarse (como su casa), cuando afloran al exterior los fantasmas internos de Bol. Es en este punto donde el terror psicológico, aquel en que los miedos, los remordimientos, la culpa y el dolor paralizan a la pareja protagonista, se aúna al horror de una casa que se va deteriorando por las presencias fantasmales que en ella habitan.
El cine de terror, desde sus comienzos y en su evolución, deviene en una herramienta que refleja los temores de la sociedad del momento. Sin duda, His house, a través de la fórmula de la “casa embrujada”, nos acerca a los temores que lleva consigo la inmigración, no solo como sociedad, sino como proceso interno y personal.
Lo mejor: Su capacidad para mostrar los terrores reales a través de los imaginarios, así como las sólidas interpretaciones.
Lo peor: El uso de escenas oníricas que aportan poco al resultado final y la pérdida de potencia al alcanzar el clímax final.
Christian Losada
LAS NADADORAS
2022

El actual conflicto armado de Siria comenzó en marzo de 2011, cuando un grupo de adolescentes fue detenido en Dara, al sur del país, por dibujar un grafiti en una pared contra el régimen. Aquello, que generó numerosas manifestaciones y conectó con la Primavera Árabe de Túnez, Egipto, Yemen o Libia, es el punto de partida de esta película que, sabiendo a quién se dirige, prefiere crear el contexto con ligeros esbozos a fin de centrarse con inmediatez en las dos protagonistas de la cinta, las hermanas Mardini.
Y lo hace con suma habilidad, pues su directora, la realizadora Sally El Hosaini, a quien ya habíamos disfrutado en otra historia de hermanos, My brother the devil (2012), ha sabido aunar el contenido dramático de una historia basada en hechos reales -que comprometió la vida de Yusra y Sarah en su huida forzosa hacia Europa-; con un producto ágil, atractivo en lo visual y que ha tenido el acierto de acudir a ciertos escenarios cinematográficos que funcionan muy bien con el público occidental.
Algunas de las claves para conseguirlo se observan desde el comienzo, con un arranque luminoso, en el que asistimos a la cotidianidad de unas chicas en una Siria convencional que hoy ya no se reconoce. Con una estética de videoclip o de teleserie juvenil, el espectador se conecta con las protagonistas, recordándonos el desarrollo de historias basadas en la superación del deportista, los valores de la familia o el viaje iniciático de la juventud. Es solo desde ese marco donde comenzarán a aflorar los sucesos más oscuros.
Quizá por ello, el espectador queda condicionado y, más que una reflexión social o un esfuerzo por cuestionar un mundo a la deriva, la película queda como un producto ligero, de peripecias, más que de transformaciones. Todo se describe y se ve, ciertamente, pero desde un producto que no persigue tanto cuestionar un sistema o incomodar al espectador como llevarle en volandas de un punto a otro del tablero.
Lo mejor: Su habilidad para contar una historia dura bajo un formato amigable, casi refrescante.
Lo peor: Pese a sus virtudes, acusa su espíritu de telefilme, que limita su alcance.
Rafael de Luque Esteban