Mariia
24 de febrero de 2022 es una fecha que se quedará para siempre en mi memoria como el día del dolor y del miedo. Imagínate vivir tu vida, tener tus preocupaciones y tus esperanzas, planear tu futuro y, de repente, llega un día en el que todo esto ya no tiene ninguna importancia; te despiertas y entiendes: tu vida ha cambiado para siempre y este cambio no lo has elegido tú.
Así sucedió. El 24 por la mañana me desperté para ir a la oficina, vi muchos mensajes y llamadas perdidas; lo entendí en el mismo momento: Rusia había comenzado una guerra contra Ucrania. La decisión fue rápida, 30 minutos para hacer la maleta, ir a por la familia de mi novio y salir de la capital. Obviamente, el tráfico era súper intenso, por lo que tardamos más de 24 horas en llegar a la parte occidental de Ucrania, la zona más segura en aquel momento. Recuerdo estar todo el tiempo del trayecto llorando del miedo, de la desesperación y de la rabia, por el robo de mi vida, esa que he construido con tanto esfuerzo; también, leyendo noticias horribles y escuchando una canción ucraniana muy famosa: “No me rendiré sin luchar”. Pasamos un par de semanas en un motel en la mitad de nada, aún con esperanza de que pronto se iba a acabar la guerra; pero, esta guerra tan injusta, una guerra que viola los principios del derecho internacional, sigue casi once meses después. Son once meses de genocidio del pueblo ucraniano, once meses despertándome con las noticias sobre otro bombardeo en edificios civiles, once meses de dolor por la muerte de tantas personas inocentes. Hasta que te agotas y ya no sientes nada más.
Pasadas las dos semanas, vino la cola en la frontera con Polonia, donde casi me desmayo del frío y del cansancio, de la emoción de ver a los voluntarios en Polonia, quienes te esperan a las 3 de la noche con comida. Seguidamente, una estancia en Alemania en casa de mi amiga y, finalmente, un hogar temporal en Manresa, Catalunya. Durante estos once meses, muchas veces me he sentido sola e insegura, hasta que he encontrado a mi nueva familia aquí, en Valencia. Sinceramente, sentía que era difícil volver a querer empezar una nueva etapa de mi vida con la injusticia que está pasando en mi país. Tuve la suerte de recibir apoyo de la ONG Accem, y decidí empezar con aquello que puedo afrontar: sesiones psicológicas, clases del español (que, en realidad, gracias al profesor, ayudaban como terapia también), aprendizaje de portugués, formación profesional, etc.
Estoy agradecida por la oportunidad de tomar mi tiempo y de formarme en el máximo nivel posible para facilitar mi integración en España. Creo que en los momentos difíciles siempre queremos regresar a los lugares donde éramos felices. Ahora, para mí, este lugar es Valencia y espero lograr construir una vida digna aquí.
A pesar de todo lo que pasa, hay que encontrar la motivación de seguir adelante y confiar en la humanidad. Todos tenemos que aportar en la medida que podamos, ya sea defendiendo el país, ayudando como voluntarios o compartiendo nuestras historias sin dejar olvidar el tema. Nunca me sentí tan orgullosa de ser ucraniana como ahora. Slava Ukraini!
Vitalii
El 22 de febrero de 2022 comenzó nuestro gran viaje hacia una nueva vida. Dejamos nuestro acogedor apartamento y nuestro querido negocio dos días antes de la guerra. Nos dijeron que nos habíamos vuelto locos, que no habría una gran agresión por parte de Rusia, porque en el mundo moderno esto es simplemente imposible y estúpido. Sin embargo, una voz interior nos dijo que debíamos dejarlo todo y garantizar la seguridad de nuestra hija.
La mañana en que empezó la guerra ya estábamos a 900 kilómetros de nuestra ciudad, Energodar. Como todas las cosas estaban empacadas en el automóvil y el tanque estaba lleno de gasolina, pudimos salir de Khmelnitsky antes de que llegara el primer cohete a esta ciudad y, cuando llegamos a Lvov, el primer bombardeo ya había terminado. Tomamos la decisión de buscar refugio lo más lejos posible de la línea del frente, así que elegimos la ciudad de Chernivtsi. Allí teníamos unos conocidos que nos acogieron durante tres meses, concretamente hasta junio de 2022. Durante estos tres meses nos convertimos en familia. ¡Compartimos refugio y comida como una sola familia! Si no fuera por Roma e Ira (así se llaman nuestros amigos), no habríamos podido brindar seguridad y alimentar a nuestra hija. Durante esos tres meses que estuvimos en Chernivtsi, no hubo una sola llegada de misiles a esta ciudad (esta es la única ciudad que no estuvo bajo fuego durante el primer medio año de la guerra). En junio nos dimos cuenta de que la guerra no terminaría pronto y que tendríamos que tratar de buscar seguridad en otro país. ¡La elección recayó en España! Ya habíamos estado como turistas en 2019 y nos había gustado mucho el clima y la gente.
Para llegar a España viajamos en coche por muchos países de la UE. Dio la casualidad de que, en el camino de Barcelona a Madrid, nos robaron. Arrancaron una mochila con documentos y el último dinero de manos de mi mujer en una gasolinera de Repsol. Todo ese día, fuimos protegidos por un ex policía, David. Su familia nos ofreció una deliciosa cena y nos cedieron una habitación con todas las comodidades. Por la mañana, después de desayunar, David nos dio una ayuda de 300 euros de la Asociación de Policías de Tarragona, dinero que nos alcanzó para llenar el depósito de combustible hasta Madrid y para comprar comida durante el camino.
En Madrid, fuimos atendidos en la sede de Accem. Rápidamente nos ayudaron a hacer documentos locales y nos proporcionaron alojamiento y comida. Más tarde pudimos mudarnos a Valencia ¡y estoy muy contento de haber recibido el cuidado de personas tan maravillosas y comprensivas! Aquí estamos seguros y, en silencio, construimos nuestra nueva vida en un país maravilloso y en una ciudad, Valencia, increíblemente hermosa y habitable.
¡¡¡Muchas gracias por todo!!!
¡Con gratitud, la familia Baranik!